En las últimas semanas se ha desarrollado un interesante debate sobre la nueva ley de propiedad social. En aras de contribuir con dicho debate quisiera exponer una idea muy sencilla. Se trata simplemente de una analogía en la cual propongo que la idea de propiedad social es equivalente en lo económico al concepto de democracia representativa en lo político.
Debemos recordar a nuestros lectores que el preámbulo de nuestra constitución establece el objetivo de constituir una sociedad democrática, participativa y protagónica en contraposición al viejo esquema de democracia representativa, propio del modelo político vigente en Venezuela hasta el año 1998. No obstante, la promoción de la propiedad social, la propiedad de todos, pero cuyo funcionamiento y administración es delegada y, por tanto, es "representada" por el Estado y para fines prácticos por el gobierno de turno, va en contracorriente económica a la aspiración de una sociedad participativa y protagónica que recoge nuestro texto constitucional.
En línea con un artículo anterior en el cual comentaba sobre la democratización del capital mediante la transferencia de acciones intransferibles a todos los venezolanos de las empresas actualmente estatales, considero que dicho mecanismo es una forma autentica no sólo de democratizar la propiedad sino de hacer efectivo el concepto de democracia participativa y protogánica que todos los venezolanos consensuamos en nuestra constitución.
Porque de otra manera ¿Cómo podemos participar mejor de nuestra riqueza que siendo todos los venezolanos accionistas de las empresas? ¿Cómo podemos hacernos verdaderos protagonistas en el campo económico sin ser propietarios? ¿Por qué, si el consenso político y social más importante que une a todos los venezolanos recoge aspiraciones de participación y protagonismo, se debe delegar a un tercero - el gobierno nacional- para que "represente" al pueblo en la propiedad de sus empresas?
Aunque el debate de ideas sobre el modelo de desarrollo en Venezuela está a veces al margen de la discusión política, en el mediano plazo recuperará su inherente importancia. La gran lección de la denominada cuarta república y en particular del estamento político venezolano durante la década de los setenta y ochenta fue su incapacidad para transformar y expresar la democracia política en democracia económica. Paradojicamente, el denominado Socialismo del siglo XXI, intenta redimir dicha experiencia.
En este sentido, frente al concepto de propiedad social y de redimir a todas luces el concepto de democracia representativa en el campo económico, la contraoferta es muy simple: Si de verdad aspiramos a ser una sociedad que lleve los conceptos de participación y protagonismo y convertir dichos conceptos en expresiones que impacten directamente la calidad de vida de las personas y los habitantes de este país, tenemos que discutir a fondo la posibilidad de transferir la propiedad de las empresas estatales a todos los venezolanos, sin distinción ni discriminación de ningún tipo, sólo sería posible exigir un requisito: La cédula de identidad.
P.d: Para quellos que piensan que algunas personas poco educadas y que enfrentan apremios económicos venderán las acciones rápidamente piensen en una solución. Las acciones serán intransferibles.
Welcome to my blog. I am an economist with academic interest in applied macroeconomics. I follow the current macroeconomic situation at Venezuela.
Wednesday, July 08, 2009
Problemas en el sector externo
Durante el primer semestre del año, la mayor parte de la discusión pública en Venezuela se ha concentrado en cómo gerenciar la importante caída registrada en los precios del petróleo. Ministros, medios de comunicación y analistas económicos han concentrados sus análisis en las medidas necesarias para enfrentar la caída de aproximadamente 50% en el ingreso externo de Venezuela.
Aunque comparto la gran importancia del petróleo en la economía venezolana, difiero del diagnóstico en cuánto al origen del desequilibrio del sector externo. En particular, considero que más allá de la caída de las exportaciones petroleras, el principal problema al cual se enfrenta hoy la economía tiene que ver con la distorsión del tipo de cambio.
Nótese lo siguiente: En el año 2005, la economía registró un crecimiento de 10,3% y un excedente de exportaciones sobre importaciones de aproximadamente US$ 25.000 millones. Estos resultados se obtuvieron con un precio promedio de la cesta petrolera venezolana de US$ 45,28 por cada barril de petróleo vendido.
Por otra parte, al culminar el primer semestre del presente año, el precio promedio de la cesta venezolana se ubicó en US$ 47 por barril y sin embargo, los datos oficiales registran, contrario a la situación de 2005, un déficit que sólo en el primer trimestre del año superó US$ 3.500 millones. Es decir, con un precio del petróleo superior al registrado en 2005, la situación externa del país pasó de un holgado superávit a un moderado pero creciente deficit externo.
Hasta ahora, el argumento natural para explicar este resultado es el siguiente: como la economía venezolana creció desde el año 2005 hasta la fecha, ahora necesita más insumos y bienes finales procedentes de otros países. En consecuencia, las importaciones son más elevadas porque el ingreso es más alto. Sin embargo, si las importaciones de bienes hubiesen aumentado proporcionalmente con el crecimiento del ingreso, en 2008, el monto se hubiese ubicado en aproximadamente US$ 30.000 millones versus US$ 48.095 millones que registró oficialmente el BCV.
Los datos anteriores sugieren que las importaciones se han divorciado parcialmente del ingreso y que una porción sustancial de su crecimiento obedece al proceso de apreciación real experimentado por el bolívar. De la misma manera, el desbalance fiscal está aumentando cada año debido fundamentalmente a la pérdida de compra de bienes y servicios valorados en bolívares del ingreso petrolero que es convertido a la tasa oficial de cambio.
Por ejemplo, un bien cuyo precio era de Bs. F 4,3 en marzo de 2005 se podía adquirir con 2 dólares. De acuerdo con el BCV, si dicho bien ha aumentado de forma equivalente al IPC del Área metropolitana de Caracas, hoy su precio sería de Bs.F 9,70. Imaginemos que ha subido un poco menos y que su precio hoy es de Bs.F. 8,60. Pues bien, con 2 dólares hoy el Gobierno Central obtiene los mismos Bs.F. 4,3 de marzo de 2005 y con esta cantidad de dinero sólo puede adquirir la mitad de los bienes que compraba hace 4 años.
De manera que el principal desequilibrio externo hoy de la economía estriba en el congelamiento de la tasa oficial de cambio. Si bien es cierto que un macroajuste de la tasa oficial podría acelerar la inflación, una combinación de ajustes cambiarios progresivos y subsidios focalizados en alimentos y medicinas podría moderar el impacto social de una corrección cambiaria.
De esta forma, se podría evitar repetir la historia de 1983 ó 1989, en donde -después de años de anclajes cambiarios en medio de recurrentes déficit fiscales y en un entorno de elevada inflación- no hubo otra salida más que aplicar macrodevaluaciones que condujeron a pérdidas del salario real de magnitudes significativas. Al fin al cabo, no hay manera de conseguir resultados diferentes, si la administración actual repite los mimos errores cometidos en los años setenta y ochenta.
Aunque comparto la gran importancia del petróleo en la economía venezolana, difiero del diagnóstico en cuánto al origen del desequilibrio del sector externo. En particular, considero que más allá de la caída de las exportaciones petroleras, el principal problema al cual se enfrenta hoy la economía tiene que ver con la distorsión del tipo de cambio.
Nótese lo siguiente: En el año 2005, la economía registró un crecimiento de 10,3% y un excedente de exportaciones sobre importaciones de aproximadamente US$ 25.000 millones. Estos resultados se obtuvieron con un precio promedio de la cesta petrolera venezolana de US$ 45,28 por cada barril de petróleo vendido.
Por otra parte, al culminar el primer semestre del presente año, el precio promedio de la cesta venezolana se ubicó en US$ 47 por barril y sin embargo, los datos oficiales registran, contrario a la situación de 2005, un déficit que sólo en el primer trimestre del año superó US$ 3.500 millones. Es decir, con un precio del petróleo superior al registrado en 2005, la situación externa del país pasó de un holgado superávit a un moderado pero creciente deficit externo.
Hasta ahora, el argumento natural para explicar este resultado es el siguiente: como la economía venezolana creció desde el año 2005 hasta la fecha, ahora necesita más insumos y bienes finales procedentes de otros países. En consecuencia, las importaciones son más elevadas porque el ingreso es más alto. Sin embargo, si las importaciones de bienes hubiesen aumentado proporcionalmente con el crecimiento del ingreso, en 2008, el monto se hubiese ubicado en aproximadamente US$ 30.000 millones versus US$ 48.095 millones que registró oficialmente el BCV.
Los datos anteriores sugieren que las importaciones se han divorciado parcialmente del ingreso y que una porción sustancial de su crecimiento obedece al proceso de apreciación real experimentado por el bolívar. De la misma manera, el desbalance fiscal está aumentando cada año debido fundamentalmente a la pérdida de compra de bienes y servicios valorados en bolívares del ingreso petrolero que es convertido a la tasa oficial de cambio.
Por ejemplo, un bien cuyo precio era de Bs. F 4,3 en marzo de 2005 se podía adquirir con 2 dólares. De acuerdo con el BCV, si dicho bien ha aumentado de forma equivalente al IPC del Área metropolitana de Caracas, hoy su precio sería de Bs.F 9,70. Imaginemos que ha subido un poco menos y que su precio hoy es de Bs.F. 8,60. Pues bien, con 2 dólares hoy el Gobierno Central obtiene los mismos Bs.F. 4,3 de marzo de 2005 y con esta cantidad de dinero sólo puede adquirir la mitad de los bienes que compraba hace 4 años.
De manera que el principal desequilibrio externo hoy de la economía estriba en el congelamiento de la tasa oficial de cambio. Si bien es cierto que un macroajuste de la tasa oficial podría acelerar la inflación, una combinación de ajustes cambiarios progresivos y subsidios focalizados en alimentos y medicinas podría moderar el impacto social de una corrección cambiaria.
De esta forma, se podría evitar repetir la historia de 1983 ó 1989, en donde -después de años de anclajes cambiarios en medio de recurrentes déficit fiscales y en un entorno de elevada inflación- no hubo otra salida más que aplicar macrodevaluaciones que condujeron a pérdidas del salario real de magnitudes significativas. Al fin al cabo, no hay manera de conseguir resultados diferentes, si la administración actual repite los mimos errores cometidos en los años setenta y ochenta.
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